Cuando en Jaru hablamos de involucrarse con el perro, buscamos que las personas y sus perros se conozcan el uno al otro y que a través del lenguaje corporal, auditivo y olfativo (por parte del perro), se pueda una comunicación que resulte en el trabajo utilitario de ambos.
Yo sé que no es fácil y que lleva tiempo pero en la simplicidad esta la respuesta.
Actualmente tanto positivismo ocasiona que se olvide que para el humano el perro es un animal sencillo de entender y que 30 000 años viviendo juntos son la respuesta. Con este trabajo positivo, el perro pone al dueño o entrenador en segundo término ya que es más importante un premio gourmet que una voz alentadora o una caricia.
Creo que uno de los factores es la comercialización y como me dijo una amiga el otro día:
-“Carlos ahora las plantas son las mascotas, los perros son los hijos y los hijos son cosas raras”
-“¡Caramba! ¿Entonces que pasara con el perro y todas sus habilidades instintivas?”
-“No sé, pero en un futuro veras personas llevando sus perros con uniforme a las guarderías”
-“¡Que buena idea voy a empezar a fabricar uniformes caninos jajajaja!”
Creo fervientemente que la mejor forma de evitar que el perro empiece a perder los aspectos instintivos propios de la especie, no importa si sea de raza o no, es trabajarlos en diferentes disciplinas, desde trabajos olfativos, obediencia (que es la mejor forma de vincularse) y también algo de guardia y protección.
Yo siempre he pensado que cualquier disciplina es la mejor solución para cualquier problema de conducta. Antes estuvo de moda mandar a los hijos al psicólogo, ahora se manda al perro con el etólogo y en un futuro hasta con un psiquiatra canino. Las cosas cambian pero la modernidad se parece más a la coca cola y la pasión por el trabajo con los perros cada vez es más rara.
Carlos Ruiz Torres